Don Jaguar era muy fuerte y robusto, pero miope.
Tropezaba en todas las piedras del camino y se caía en todos los hoyos.
-¿Yo, miope? ¡No sabéis lo que decís! -contestaba cada
vez que sus amigos le aconsejaban que fuese al oculista.
Don Jaguar era muy aficionado al fútbol y siempre
estaba en primera fila. A medida que su miopía aumentaba, él se iba acercando
más y más a los jugadores, hasta llegar a sentarse en el centro del campo.
Cualquier cosa antes que ponerse gafas.
Cuando al fin no tuvo más remedio que hacerlo, pues ya
no veía ni su propia mano delante de sus narices, el oculista le obligó a
ponerse unas gafas con unos cristales gordísimos y empezó a ver.
-Si hubiese venido antes podría llevar cristales
normales, pero ahora... -le dijo.
«Ya veis a lo que conduce la tozudez.»
0.999.5 anonimo fabula
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