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lunes, 4 de noviembre de 2013

La foca y los libros

Foquita se pasaba el día leyendo libros. Leía cuatro cada día. Un día fue con sus padres a casa de unos amigos que tenían un hijo muy aplicado. Sabía de todo, pero tardaba mucho en leer un libro.
Los padres de Foquita creyeron que su hijo sabía mucho más que el hijo de sus amigos y decidieron hacer una prueba. Invitaron a Foquita y al hijo a hablar de los libros que habían leído ese mismo día. Foquita recordaba el título... y nada más.
Había leído tan deprisa que no se había enterado de nada. En cambio, el amigo habló durante horas sobre el divertido y entretenido libro que estaba leyendo. Estaba claro que lo había leído muy bien y que se había enterado de todo.

«Es preferible hacer poco y bien que mucho y mal.»

0.999.5 anonimo fabula 

La familia liron

La familia Lirón vivía al pie de una encina muy grande que les daba cobijo además de bellotas para comer.
Sin embargo, para cogerlas era necesario trepar hasta las ramas, lo que era muy arriesgado.
No todos podían trepar, de modo que uno dijo:
-Creo que debemos derribar la encina. Así podremos coger fácilmente las bellotas.
El lirón más anciano dijo con voz pausada:
-Bien, si cortáis la encina tendremos bellotas este año, pero ¿qué ocurrirá el año que viene? Moriremos de hambre. No creo que debamos cortarla.
Por fortuna siguieron su consejo y prefirieron coger trabajosamente las bellotas cada año.

«Más vale prevenir que lamentar.»

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La estrellita de mar

Los peces del mar admiraban la belleza de Estrellita. Sin embargo, Estrellita estaba triste. Cuando salía a la superficie y contemplaba las estrellas del cielo deseaba ser una de ellas.
-Nada tienes que envidiar a tus hermanas celestes -le decía un pez espada. Tu belleza es tan deslumbrante como la suya.
Aunque ella agradecía la frase, suspiraba y seguía mirando el cielo.
Un día, Estrellita soñó que era una estrella del universo. Veía a sus hermanas lejos, muy lejos, y, aunque intentaba hablar con ellas, no podía. Por eso despedía un brillo tan intenso, ya que la luz era su única forma de comunicarse con sus hermanas.
Al despertarse, Estrellita comprendió e, sentido de su sueño.

«Nadie puede sentirse satisfecho si envidia las virtudes y cualida-des de las otras personas.»

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La cuadrilla

Don Hipopótamo tenía una tienda de comestibles. Un día llegaron Dogo y su banda y, encañonándole, le dijeron:
-iDanos todo el dinero que tengas o eres hipopótamo muerto!
Don Hipopótamo les dio todo el dinero que había en la caja. Ellos lo cogieron y corrieron atropelladamente hacia la puerta. Pero cuando iban a salir, una red cayó sobre ellos y quedaron atrapados.
Los hijos de don Hipopótamo habían colocado la red y así consiguieron capturar a la banda de atracadores.

«El ladrón se cree muy listo, pero siempre se olvida de que aquel a quien ha robado puede tener a alguien cerca que le ayude.»

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La cotorrana parlanchina

Cotorrita podía estar hablando horas y horas. Le daba igual si la escuchaban o no, ella hablaba y hablaba sin parar. Todos corrían cuando la veían para librarse de su interminable conversación.
-Hay que hacer algo para librarse del tormento que nos da Cotorrita -propuso doña Cebra, harta de la situación.
-Eso es fácil -dijo Lemurito, que por algo era el primero de su clase, le regalamos un espejo y así podrá charlar a gusto con ella misma todo el tiempo. Seguro que no se da cuenta y se queda muy contenta.
La treta dio resultado. Ahí tenéis a Cotorrita hablando con ella misma reflejada en el espejo. Lleva así tres días seguidos.
      
«Al charlatán el mundo le huye.»

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La corneta

El tío de Leoncín había sido comandante y le gustaba mucho contar historias de batallas a su querido sobrino. Sin embargo, lo que realmente le gustaba escuchar a Leoncín eran las historias que su tío contaba sobre su corneta, porque le encantaba. Un día, le regalaron una y desde entonces se pasa todo el día tocando sin darse cuenta de las molestias que ocasiona a los demás. Por las noches nadie puede dormir.
Una noche, cansado de no poder dormir, don Zorro coge una trompeta y se pone a tocar junto a la ventana de Leoncín, que esa noche no pego ojo. Leoncín se ha dado cuenta de lo molesto que es el ruido cuando los demás desean descansar, y ya no ha tocado más la corneta a horas intempestivas.

«Donde las dan las toman.»

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La conejita soñadora

La conejita vio un día a un cachorro de lobo en el fondo de un barranco que gimoteaba desconsolado llamando a su madre, la loba. Como la conejita tenía mucha imaginación creyó que había sido raptado por algún genio maligno del bosque.
Sus amigos le dijeron que estaba llamando a su madre y que era peligroso, pues en cuanto la oyese acudiría corriendo y dispuesta a atacar a quien pudiera hacer daño a su cachorro. Sin embargo, sin hacerles ningún caso, la conejita se lanzó muy decidida a salvar al lobito.
Cuando ya estaba cerca de él llegó la loba y se lanzó sobre la conejita.
Por suerte llegaron los amigos de la conejita y le explicaron a la loba sus intenciones.

«No te meta donde no te llaman.»

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La conejita de las orejas grandes

Había una conejito que tenía unas orejas muy grandes y presumía mucho.
-La vida no depende de nuestras orejas sino de nuestras patas -decían sus vecinas.
Nada de esto convencía a la conejita, que se pasaba el día ensayando nuevos peinados que fuesen bien con sus espléndidas orejas.
Un día, se acercó un lobo hambriento. Tan pronto lo vieron, los conejos salieron corriendo, menos la conejita que, ignorante del peligro, estaba frente al espejo ensayando peinados. En el último instante se dio cuenta de la presencia del lobo y salió corriendo hacia el río. Desesperada, se tiró al agua y sus grandes y anchas orejas le sirvieron para mantenerse a flote. Con ellas remó hasta ponerse fuera cel alcance del lobo. ¡Vaya susto que pasó la pobre conejita! Ella ha recapacitado y ha prometido que prestará menos atención a sus orejas y más a lo que ocurre a su alrededor.

«Hay cosas más importantes que presumir tanto.»

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La conejita complejos

La conejita Complejos siempre se encontraba defectos y se lamentaba por ello.
-Soy la más fea y, por si fuera poco, siempre meto la pata -decía.
-Tú no eres fea -le contestaba su amiga Ardilla con buen corazón.
-¡Te aseguro que no metes la pata más que las demás! -le decía su amiga Castora.
-¡Ay! ¡Cuánto os agradezco que penséis así! -contestaba triste la conejita.
Así un día y otro. Sus amigas tenían mucha paciencia y seguían intentando quitarle sus complejos.
Un día se celebró una fiesta a la que asistió la conejita. Muy animada por la música, se olvidó de sus complejos. Empezó a comportarse como las demás y de ese modo comprendió que no era ni fea ni hermosa, sino mitad y mitad, como casi todas sus amigas. Después de la fiesta, la conejita Complejos tuvo que cambiar de nombre: no le quedaba ni un solo complejo.

«Acepta cómo eres y vivirás feliz.»

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La comadreja tonta

Lila se hacía pasar por una comadreja muy tonta. De esta forma, la profesora le exigía menos que a las demás. La verdad es que Lila era muy lista. En sus ratos libres se dedicaba a inventar juegos. Un día, hubo un concurso de habilidades e inventos. Lila, entusiasmada, intentó apuntarse al concurso, pero su profesora le dijo:
-No, Lila. Tú no puedes participar, no tienes capacidad.
Lila, furiosa, se puso a demostrar sus aptitudes delante de todos.
Naturalmente, fue descubierta y tuvo que ponerse a estudiar y trabajar como el resto. Además, recibió una gran regañina por parte de su profesora y otra en su casa.

«Antes se coge al mentiroso que al cojo.»

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La codicia (2)

Érase una vez un perro viajero, que gustaba de la paz y huía del bullicio. Caminaba siempre solo y adoraba la naturaleza.
 Había empezado un largo viaje apenas tres días antes. Ahora la jornada se terminaba y la lluvia le había acompañado durante horas y horas. Llegó a una posada, rendido de cansancio y hambre; estaba empapado desde la cabeza a la punta del rabo.
 Con gesto de satisfacción se reclinó en el suelo, junto al fuego de la chimenea, y allí se durmió.
 En esto llegaron unos ladrones, quienes se pusieron a cantar y dar gritos. Despertaron a toda la posada, pero seguían metiendo bulla.
 A nuestro perro se le ocurrió una brillante idea. Con tranquilidad y resolución la puso en práctica.
-¡Que mala suerte he tenido! ¡Mira que perder por el camino ocho monedas de oro! Soy tonto de remate -dijo el perro, con gesto de pena, y en voz muy alta.
 A poco, se hizo el silencio en la estancia. Los ladrones, a escondidas, fueron saliendo al camino. Se habían creído la historia y ahora se disponían a buscar las monedas perdidas.
 Se pasaron rastreando toda la noche, sin encontrar nada, como es natural. El perro, entretanto, pudo dormir con toda tranquilidad. Su ingenio le había librado de tan molestos inquilinos.

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La codicia (1)

Había una vez un perro al que le gustaba viajar solo. En una ocasión llevaba tres días caminando sin descansar y la lluvia lo había empapado. Llegó a una posada y, como estaba muy cansado, se echó en el suelo junto a la chimenea y se durmió.
En esto llegaron unos ladrones que se pusieron a cantar y a dar gritos despertando a todo el mundo con su jaleo.
Al perro se le ocurrió una idea:
-¡Qué mala suerte he tenido! -dijo con gesto apenado, por el camino he perdido ocho monedas de oro. Soy tonto.
Se hizo el silencio. Los ladrones se fueron y salieron al camino a buscar las monedas. Se habían creído la historia. Así, gracias a su ingenio y habilidad, el perro pudo dormir con toda tranquilidad.

«Más vale tener ingenio que ser gracioso.»

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La ciudad de los conejos

«El Abuelo» era un afamado artista que «Ese dedicaba a pintar huevos de Pascua. A medida que crecía el número de nietos, bisnietos y tataranietos iba creando nuevos artistas, que se encargaban de decorar los huevos de Pascua con adornos de conejos, fuentes, palacios de cristal y chocolate y cualquier cosa que imaginen.
Hoy día, sus descendientes siguen pintando y decorando huevos de Pascua de todos los colores y tamaños. Como hay tantos niños deseosos de comer huevos de Pascua y es imposible pintar tantos, han tenido que hacerlo en fábricas enormes. Como imaginaréis, estas fábricas tienen forma de huevo de Pascua y huelen deliciosamente a chocolate y azúcar quemado..

«Haciendo las cosas bien resulta bastante fácil progresar.»

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La cigarra desobediente

C¡garra se alejaba demasiado de su casa. Su madre le advertía continua-mente:
-Anda con cuidado y, sobre todo, procura no alejarte mucho de casa.
Cigarra, sin hacer caso, se alejó una tarde de los lugares conocidos. Le sorprendió la noche y sintió miedo. Tenía hambre y frío. A tientas, Cigarra empezó a volver sobre sus pasos. Tuvo que esconderse de un sinfín de animales que pretendían comérsela. ¡Qué miedo pasó! Cuando llegó a casa, ya había amanecido. Cubierta de barro y aterida de frío, se presentó ante su madre, que estaba muy intranquila. Cigarra le contó todo.
Su madre, conmovida, le preparó un desayuno riquísimo y Cigarra, ya limpia y con el estómago lleno, pudo dormir tranquilamente tras prometer a su madre que seguiría sus consejos.

«Dejaos guiar por la experiencia de vuestros padres y profesores; es la mejor maestra en la vida.»

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La cigarra alegre

Cigarrita siempre estaba cantando, comiendo o durmiendo. No hacía otra cosa.
Un día, Cigarrita observó a Hormiguita que pasaba junto a ella cargada de alimentos hacia el hormiguero.    
-Pero, Hormiguita, ¿por qué trabajas tanto con el buen tiempo que hace? ¿No sería mejor que cantases y te divirtieses un poco? -le preguntó Cigarrita.
-iDebería darte vergüenza vivir así! A mí también me gustaría descansar, pero si no trabajo ahora moriré de hambre en invierno - contestó.
-¡Bah! El invierno aún está muy lejos y ahora es el momento de disfrutar.
Cigarrita tenía parte de razón, pero cuando llegase el invierno no tendría nada que comer.

«Es bueno divertirse siempre que también trabajes.»

Pasó el tiempo y, antes de que Cigarrita se pudiese dar cuenta, llegó el otoño.
Un día cayó una gran nevada. Cigarrita, sorprendida en medio del bosque, vagó de un lugar a otro aterida de frío y hambrienta, sin saber a dónde ir. ¡Cuánto se acordaba de los consejos que le había dado Hormiguita!
-¡Qué desgraciada soy! He malgastado mi vida en tonterías. Me siento desfallecer y voy a morir sin remedio -se lamentaba Cigarrita con gran tristeza, a punto de caer desmayada sobre la blanda y gélida nieve.
De pronto distinguió a lo lejos el humo que salía de un viejo tronco de árbol. ¡Era el refugio de Hormiguita y de sus compañeras! Con sus últimas fuerzas, Cigarrita se acercó a la puerta, deseosa de poder entrar.

«Más vale prevenir que lamentar.»

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La carrera

Presumes de tu rapidez, pero olvidas que la constancia es más importante. Yo la tengo; tú, en cambio, no puedes decir lo mismo -aseguró doña Tortuga ya más tranquila. 
-Bueno, bueno, ya veremos quién gana -dijo Rayo en tono desafiante.
Se dio la salida y Rayo partió como un meteoro. Imperturbable, doña Tortuga empezó a caminar. Rayo perdió de vista a su contrincante y, aburrida, se dijo:
«¡Bah! Llegaré demasiado pronto, me tomaré la carrera con calma».
En ese momento pasaba junto a un campo de zanahorias. Animada con el espectáculo, Rayo cogió una y se puso a comer. Como no veía venir a la tortuga decidió echarse una siestecita.

«Sé constante en tus actividades y no pierdas oportunidades.»

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La cabra y la mula

En un establo vivían una cabra y una mula. La primera tenía envidia de la mula porque estaba mejor atendida. Por esa razón quiso librarse de ella y le dijo:
-Amiga mula. Te pasas todo el día trabajando y ¿qué ganas con ello? Apenas un poco de pienso. Yo, en tu lugar, me fingiría enferma para no trabajar una buena temporada. Hazme caso, es un buen consejo.
La mula, ingenua y bondadosa, se dejó convencer. Fingió estar enferma y su amo la llevó a otro sitio mejor para que se recuperara pronto de su enfermedad.
Había un lobo hambriento que no había entrado en el establo porque siempre había visto juntas a la cabra y a la mula. Esta vez, al ver sola a la cabra, no lo dudó un instante y entró en el establo.
Se encontró a la cabra sola y, sin que ésta pudiera defenderse ni pedir ayuda, se la comió. De este modo la cabra pagó muy cara su envidia y mala fe con la mula.

«La envidia es mala consejera.»

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La cabra y el caballo

En un establo vivían un caballo y una cabra. Al primero lo sacaban a pastar por la mañana temprano a un prado cuya hierba era muy buena. La cabra, como era considerada menos valiosa, iba a pastar a un prado con peor hierba.
El caballo solía decir a la cabra:
-Yo sería incapaz de comer una hierba como la que comes tú. Por fortuna, yo soy un caballo y tú una simple cabra.
Un día metieron en el establo a un caballo joven y fuerte. Desde entonces, los mejores bocados fueron para él. El caballo viejo tuvo que irse con la cabra a mordisquear la hierba que tanto despreciaba.

«Nunca digas de esta agua no beberé.»

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La ballenita orgullosa

La ballenita se miraba en el espejo diciéndose a sí misma:
-Soy la más hermosa de los mares.
No jugaba ni charlaba con nadie.
Un día, la hermosa ballenita cayó en la red de unos pescadores. Por más que lo intentó, no pudo librarse de ella. Entonces, todos los peces, grandes y pequeños, se decidieron a ayudarla. Entre todos, con mucho esfuerzo y valor, rompieron la red para liberar a la ballenita.
Desde entonces la ballenita, agradecida por la ayuda de los demás peces, aprendió a querer y a respetar a todos.

«Piensa en los demás y aprende a querer.»

0.999.5 anonimo fabula 

La ballena alegre

La ballena es el animal más grande del planeta y, por joven que sea, como en el caso de Ballenita, puede causar serios disgustos entre las personas.
El caso es que a Ballenita le gustaba mucho saltar y jugar cerca de la costa. Le encantaba divertirse, pero los demás animales marinos se burlaban de ella, así que Ballenita casi siempre jugaba sola.
Lo que más le divertía era dar grandes saltos, pero con sus brincos acuáticos causaba grandes problemas a los pescadores. Las olas que levantaba habían hecho zozobrar a más de una barca de pesca.
-Ballenita, mucho me alegra que te sientas tan feliz y juguetona, pero haces que se hundan las barcas de los pescadores -le dijo el simpático Delfín.
-iCuánto lo siento, amigo Delfín! -exclamó Ballenita sinceramente arrepen-tida. Dime, ¿qué puedo hacer para remediar el mal que he ocasionado?
-Bastará con que juegues y saltes mar adentro, lejos de la costa y de las personas -le aconsejó Delfín.
Ballenita, deseosa de no hacer daño a los demás, se adentró en el mar y desde ese día terminaron las desgracias de los pescadores. Ballenita pudo seguir alegrando a su manera las soledades marinas.

«Escucha los consejos de tus amigos, así no tendrás enemigos.»

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La ardilla buena

Ardilla, con mucho esfuerzo, había llenado su despensa con nueces para todo el invierno. Un día observó que había un pequeño reguero de trocitos de nuez por el suelo. Siguió el rastro y vio que un grupo de hormigas se llevaban los trozos de las nueces rotas que habían caído al suelo. Ardilla les dejó marchar y volvió a su casa.
El invierno fue más largo, frío y duro de lo normal y Ardilla se estaba quedando sin comida poco a poco. Un día, un grupo de hormigas se acercó a su casa llevando un trocito de nuez cada una.
-Sabemos que te has quedado sin alimentos por nosotras. Acepta lo que te traemos, te lo damos de corazón.
De esta forma, Ardilla pudo aguantar el invierno sin pasar ham-bre.

«Con buena voluntad al final todo se puede arreglar.»

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La abubilla cantarina

A bubilla alegraba el bosque con sus trinos. Todos los animales la querían. Pero un día Abubilla se quedó sin voz. Probó todos los remedios que le ofrecieron para que la recuperara, pero fue en vano. Además empeoraba de día en día.
Hasta que una mañana llegó don Ciervo, que era un gran mago y curandero.
-No es nada serio, Abubilla. Simplemente has estado cantando mucho tiempo y has forzado la voz. Bastará con que te tomes este jarabe.
Abubilla siguió el consejo de don Ciervo y a los pocos días de nuevo pudo cantar.

«Sigue los consejos de tus mayores, siempre los agradecerás.»

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La abejita exigente

Abejita estaba triste porque no se contentaba con una flor cualquiera para hacer miel y regresaba a la colmena sin haber cogido nada de néctar. Sus compañeras se burlaban de ella. Una tarde volvió alegre.
-Por fin he encontrado la flor que buscaba, amigas -dijo sonriendo y seña-lando al sol poniente.
Sus compañeras se rieron de ella y la abejita se fue llorando a esconderse. Una lagartija muy curiosa le preguntó qué le pasaba. Una vez oído el relato de la abejita, le dijo:
-¿Ves aquellas colinas? Tras ellas hay un valle de flores cuyo néctar te servirá para hacer la mejor miel.
La abejita voló toda la noche y por la mañana vio millones de flores con cuyo néctar pudo hacer la miel más deliciosa.

«Confía en tus amigos, ellos te ayudarán.»

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La abeja holgazana

Había una vez una abeja que no quería trabajar, pues sólo pensaba en divertirse. Se comía el jugo de las flores en vez de conservarlo para hacer miel.
Como la abeja holgazana no quería trabajar, todas las abejas se reunieron y decidieron expulsarla de la colmena. Ese día llovía y, como se le mojaron las alas con las gotas de agua, no podía volar ni apenas moverse.
Cayó en el hueco de un árbol donde había una gran culebra. Esta se dispuso a comérsela, pero la abeja le propuso un juego de habilidad. Si ella ganaba, podría marcharse libre. La culebra aceptó y la abeja ganó el juego sin problemas. Su rival admitió la derrota y la dejó marchar.
Después de la experiencia, reflexionó y se dio cuenta de que estaba equivocada. Regresó a la colmena, dispuesta a trabajar como sus compañeras.

«Si no quieres trabajar lo pasarás mal.»

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La abeja golosa

Era una abeja muy golosa que se pasaba el día entero engullendo el néctar de las flores y no llevaba nada a la colmena. Cada día estaba más gorda, le costaba más y más moverse y sus amigas del panal estaban muy disgustadas con ella por su actitud.
-Abejita, no está bien lo que haces -le dijo una de sus compañeras.
Un día la abeja golosa regresó al panal y no pudo entrar por la puerta de lo gorda que se había puesto. Sus compañeras trataron de ayudarla pero fue inútil. La abeja glotona hubo de quedarse fuera. A la mañana siguiente sus compañeras la encontraron muerta. No había podido resistir el intenso frío de la noche.

«Si eres goloso te pondrás como un oso.»

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JIm el curioso

«Cric, ñam, pom, croc.» Jim, perro serio y celoso de su deber, se dirigió al Lugar de donde procedían los ruidos. Avanzó entre cajas y paquetes hasta que descubrió a un grupo de ratones que se estaban dando un gran banquete. Cuando avanzaba hacia ellos, una de sus patas fue apresada por un rnisterioso objeto. ¡Una trampa para ratones! Jim se revolcaba por el suelo intentando liberarse. Todo era en vano. Los ratones al verle en esta situación se rieron.
-¡Mirad! ¡El cazador cazado! -exclamó uno de ellos asombrado.
Después de divertirse un buen rato, los ratones, que en el fondo no eran tan malos, ayudaron con precaución al perrito a liberarse del cepo.
Ahora Jim tendrá que ir con mucho cuidado si no quiere que esta situación se repita y volver a pasar por tan mal trago.

«La curiosidad a veces es peligrosa.»

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Hormi la despistada

A Hormi le horroriza madrugar. En verano hay que levantarse muy temprano para salir en busca de alimentos, ya que hay que tener la despensa lleno para cuando llegue el invierno. Sus compañeras de grupo siempre tienen que esperar mucho para que se levante y llegan tarde a todas partes. Un día decide no esperarla y se marchan sin ella.
Cuando Hormi se despierta, las demás se han ido. Decide buscarlas pero acaba perdiéndose. Al día siguiente, sus compañeras la encuentran agotada de andar de un lado para otro y la llevan al hormiguero para descansar. Parece que al fin ha entendido lo importante que es madrugar. Hormi les promete que en cuanto se reponga se levantará con las demás.

«Al que madruga Dios le ayuda.»

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Goliat

El padre de Goliat era el elefante más poderoso y esperaba que su hijo fuese como él. ¡Pero Goliat sólo alzaba un palmo del suelo!
Goliat crecía muy lentamente y toda la manada le despreciaba. El estaba muy contento de ser así y no le preocupaba la opinión de los demás.
Un día que su padre conducía la manada al río apareció ante él el más terrible enemigo del elefante: ¡un ratón! Toda la manada huyó.
Sólo Goliat permaneció en su sitio y se enfrentó a él. Lo cogió por el rabo con su pequeña trompa y lo balanceó sobre el borde de un barranco.
Después soltó a su enemigo, que, aterrado, huyó rápidamente. Desde entonces, fue considerado un héroe por la manada, y su padre estaba muy orgulloso de él.

«A nadie se debe despreciar por su aspecto.»

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Gina

Gina es un perrita atolondrada y curiosa que se distrae con cualquier cosa. Un día salió de excursión con sus amos. Después de  merendar, Gina empezó a saltar, correr y perseguir a las mariposas que revoloteaban por allí. Cuando quiso darse cuenta, se había perdido. Hambrienta y cansada, pasó varias noches a la intemperie.
Favorecida por la buena suerte, no tardó en encontrar nuevos amos. Era una parejo muy simpática y comprensiva. Gina pronto se ganó su cariño.
Sin embargo, continúa tan distraída como antes. ¡Ay!, cualquier día va a perderse de nuevo. Como tantos y tantos seres humanos no escarmienta nunca y es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra.

«No siempre se tiene buena suerte.»

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Galgos y podencos

Dos conejos huían de los perros y charlaban mientras corrían.
-¡Uf! ¡Hay que ver cómo corren estos galgos! -dijo uno de ellos cansado de correr.
-¿Galgos? ¡No, hombre, no! ¡Son podencos! -le respondió su compañero.
-¿Podencos? ¡Tú estás ciego de remate! ¡Son galgos y bien galgos! -insistió el primero.
Mientras discutían disminuyeron la velocidad y fueron alcanzados por los perros.
En un momento de peligro, en vez de fijarse en lo importante, que era huir, se distrajeron con su discusión.

«Si haces una cosa, procura no distraerte haciendo otra.»

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Fiesta

Es día festivo y don Grillo decide ir a la feria. Allí hay un gran bullicio y animación. Monta en los caballitos y la noria y acaba mareado. Luego encuentra a doña Oruga, que le cuento chismes de las vecinas.
Cuando don Grillo llego a casa está cansado pero, como le gusta mucho presumir, le cuenta a su mujer una versión distinta:
-iCuánto me he divertido en la feria!
-¡Ah, muy bien! Pues mañana te llevas e los niños, que quieren ir.
Así pues, don Grillo se ve obligado a volver a la feria a marearse otra vez.

«Si mientes atente a las consecuencias.»

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Fantasia

Erase una vez un perro soñador que se pasaba todo el día dando vueltas a su maginación. Andaba siempre por la calle con gesto ausente.
«¡De mayor seré astronauta!», pensaba. «¡Recorreré los planetas e iré hacia las estrellas!» Con frecuencia cambiaba su futura profesión.
-¡Ah! ¡Qué emoción pilotar un avión! ¡Cuando sea mayor seré aviador!
Soñando, soñando, el perro se hizo mayor y no pudo ser nada de lo que había soñado. Para lograr algo le habría hecho falta estudiar, pero había perdido sus mejores años en fantasías. Amigos, bien están los sueños, pero sin despegar los pies del suelo, porque la realidad hay que vivirla.

«Los sueños se consiguen con esfuerzo.»

Adaptación: J. Ignacio herrera   

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Falsas acusaciones

Ratón no podía soportar que Zorrito se supiese siempre la lección y le quitase: el primer puesto de la clase. Un día, le desaparecieron al profesor varias cosas de su mesa y Ratón acusó a Zorrito de haberlas robado, ya que siempre se quedaba solo al terminar las clases. ¡El tenía que ser el ladrón!
Todo se aclaró cuando la señora de la limpieza dijo que ella las había tirado a la basura por error. Ratón recibió una reprimenda y como castigo tuvo que escribir cien veces «no volveré a decir mentiras».

«Se coge antes al mentiroso que al cojo.»

Adaptación: J. Ignacio herrera

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Fabula del gato mendigo

Érase una vez un gato que vivía en una alquería muy grande; allí abundaban los ratones durante todo el año y él, rápido y buen cazador como era, estaba siempre bien surtido de comida.
 Un día se dio cuenta de que sus facultades físicas habían disminuido; ya no podía cazar ratones con la misma facilidad de antes, de modo que decidió convertirse en un gato mendigo.
 Al verle tan apacible y piadoso, todos los habitantes de la alquería empezaron a quererle y a confiar en él, excepto una vieja rata, que desconfiaba de su propia sombra. Esta empezó a hacerle faena tras faena.
 Un día estalló una disputa entre una liebre y un gorrión. Ambos se disputaban el privilegio de subirse a un tronco podrido. El gato mendigo, ni corto ni perezoso, les dijo:
¿Por qué os peleáis tanto? Dejad que yo arregle la cuestión.
 En tanto hablaba, se iba acercando a ellos, listo para saltar y atraparlos al primer descuido. ¡Ah, las cosas que tenía que hacer de viejo para poder comer! La vieja rata, viendo lo que se proponía, soltó un chillido escalofriante. Tanto la liebre como el gorrión pusieron pies en polvorosa; ella hizo lo mismo y el gato mendigo se quedó compuesto y sin comida.
 Le había salido un enemigo de cuidado. A la vejez, viruelas, como dirían nuestros abuelos.

0.999.5 anonimo fabula 

Esa puntualidad

Rit y Rat son dos ratones hermanos muy distintos uno de otro. Mientras Rit es un modelo de seriedad y puntualidad, Rat vive sin preocuparse por esas cosas «tan poco importantes», como él las llama.
El caso es que los dos tienen unos estupendos relojes que les regaló su padre. Mientras Rit hace todo lo posible por ser puntual, Rat retrasa el reloj cuando ve que va a llegar tarde. Así siempre podrá justificarse ante quien le espera. Pero un día...
-Lo siento, Patita, pero es que tengo el reloj atrasado y... -se justificó Rat.
-¡Ahí te quedas! Me gusta la puntualidad. Nadie me ha hecho esperar. ¡Adiós! -respondió Patita enérgicamente.
Y Rat se quedó plantado y sin novia. Seguro que nunca más volverá a llegar tarde a ninguna cita.

«Ser impuntual siempre trae malas consecuencias.»

0.999.5 anonimo fabula 

Elefantin el curioso

Elefantín no tiene remedio. Mete la trompa en los lugares más inapropiados y en el momento más inoportuno, y ¡claro!, a veces sale trasquilado.
Cuando lo regaña doña Elefanta al verlo llegar herido, contesta, cansada de sus tropelías:
-Si yo no hago nada, ¿es que no puedo ver lo que hay en el mundo? Con tal de no molestar a nadie...
-¡Es que da la casualidad de que sí molestas a la gente metiendo la trompa donde no debes, hijo! -exclama doña Elefanta.
Todo inútil. Elefantín sigue con su manía de curiosearlo todo y de no escuchar los consejos de nadie.
¡Oh, qué desgracia! Me han dicho que Elefantín ha caído en la trampa de unos cazadores. Seguramente acabará haciendo piruetas en algún circo.

«El que curiosea y desobedece encuentra lo que se merece.»

0.999.5 anonimo fabula 

El zorro y el cuervo

Don Cuervo descansaba sobre una rama sosteniendo en su pico un queso, que pensaba comer tranquilo para cenar.
Entre tanto, don Zorro estaba al pie del árbol pensando en la forma de quitarle el queso a don Cuervo, pues tenía hambre.
-¡Oh, don Cuervo! ¡Cuánto tiempo hace que no le oigo cantar! ¿Qué le pasa? ¿Es que ya no tiene su hermosa voz de antes?
Don Cuervo, guiado por su vanidad, abrió el pico para cantar.
En ese momento el queso se le escapó y cayó al suelo. Don Zorro se apoderó de tan rico manjar mientras decía:
-Esto le pasa por creer las palabras de los que le halagan.

«Creer siempre en los halagos a veces da malos resultados.»

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El zorro fanfarron

Zorrete se pasaba el día presumiendo de sus hazañas. Un día se encontró con Zorrín, que iba lleno de moratones y heridas.
-Pero, ¿qué te ha pasado? -le preguntó.
-Entré en el corral de don Gallo a cazar alguna gallina y me ha dado una paliza.
-¡Bah! Eso te pasa por tonto. Yo habría cogido todas las gallinas -dijo Zorrete-. Para que veas que es verdad, voy a ir a su corral, me hago su amigo y, cuando se descuide, me llevo todas las gallinas.
Zorrete fue al corral de don Gallo, pero Conejín, que había oído su conversación, fue a contárselo a don Gallo. Este decidió escarmentarle.
Cuando Zorrete entró en el corral se vio sorprendido por don Gallo y todas las gallinas que, enfadadas, le echaron. Desde entonces, no ha vuelto a presumir jamás de nada.

«Al fanfarrón y presumido nadie le creerá sus hazañas y siempre tendrá su castigo.»



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El zorrito pirata

Zorrito decidió hacerse pirata. Un día cogió un pequeño bote de remos y una espada de madera y se fue a navegar por el río dispuesto a asaltar algún barco.
Don Gamo estaba tranquilamente pescando en el río. Cuál no sería su sorpresa cuando se vio asaltado por Zorrito y amenazado por su espada de madera!
-¡Ríndete y dame todo lo que lleves encima! -dijo el pirata Zorrito con voz amenazadora.
Naturalmente, don Gamo se mostró dispuesto a copoerar. Como nunca perdía su buen humor, contestó:
-Mi último deseo es comerme la merienda que he traído. Si quieres, puedo compartirla contigo.
Zorrito aceptó. Poco después, se habían hecho amigos y Zorrito se había olvidado de que era un pirata.

«Con inteligencia e ingenio se resuelven muchas cosas.»

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El vestido anticuado

Linda da una fiesta en su casa. Sus invitados visten a la última moda. ¡Qué elegantes están todos! Bueno... todos no. Doña Cerda se ha presentado con un vestido anticuado. Los invitados la critican, pero ella no hace caso.
De repente, se presenta en la fiesta don Ciervo, uno de los modistos más importantes, quien al ver a doña Cerda, exclama asombrado:
-Pero, ¿cómo se ha enterado usted de la moda de la próxima temporada?
Unos días antes, los modistos habían decidido que la moda de la temporada siguiente iba a ser como la de veinte años antes, cuando doña Cerda se había comprado el traje que ese día llevaba puesto.
No hay que dejarse llevar por los caprichos de unos señores que deciden cuál va a ser la moda de cada año.

«Cada uno tiene sus ideas y no debe olvidarlas y copiar a los otros.»

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