Una liebre apasionada del violín se pasaba todo el día
y parte de la noche tocando su instrumento favorito, pero el invierno se acercaba
y era preciso acumular provisiones.
-Deja de tocar y ven con nosotras a por comida para el
invierno -decían sus vecinos. Pero la liebre no les hacía caso y seguía tocando
el violín, ajena a su advertencia.
Llegó el invierno y nuestra liebre no tenía qué comer.
Tuvo que ir de casa en casa pidiendo alimento. Como era muy querida, le dieron
de comer durante el duro y frío invierno y ella a cambio les alegró dando
serenatas con su violín.
«Hay que trabajar y también la vida alegrar.»
0.999.5 anonimo fabula
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