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domingo, 28 de septiembre de 2014

El río tajo, una fuente y un arroyo

«En tu presencia. venerable río
(Al Tajo de este modo habló una Fuente),
De un poeta me quejo amargamente,
Porque ha dicho (y no hay tal) que yo me río
Un Arroyo añadió: «Sí, padre mío;
Es una furia lo que ese hombre miente.
Yo voy a mi camino, no censuro,
Y con todo se empeña en que murmuro.»
Dicen que el Tajo luego
Así les respondió con gran sosiego:
«¿No tengo yo también oro en mi arena?
Pues ¡qué! ¿de los poetas os espantan
Los falsos testimonios?... No os de pena.
Mayores entre sí se los levantan.
Reíd y murmurad enhorabuena.»

Los escritores sensatos, aunque se digan desatinos de sus obras, continúan trabajando

Iriarte (Tomas de) - 043

El mono y el elefante

A un congreso de varios animales
Con toda seriedad el Mono expuso
Que, a imitación del uso
Establecido entre hombres racionales,
Era vergüenza no tener historia,
Que, al referir su origen y sus hechos,
Instruirlos pudiese y darles gloria.
Quedando satisfechos
De la propuesta idea,
El Mono se encargó de la tarea,
Y el rey León en pleno consistorio
Mandó se le asistiese puntualmente
Con una asignación correspondiente,
Además de los gastos de escritorio.
Pide al ganso una pluma
El nuevo autor; emprende su faena,
Y desde luego en escribir se estrena
Una histórica suma,
Que sólo contenía los anales
Suyos y de los monos compañeros;
Mas pasando después años enteros,
Nada habló de los otros animales,
Que esperaron en vano
Volver a ver más letra de su mano.
El Elefante, como sabio, un día
Por tan grave omisión cargos le hacía,
Y respondióle el Mono: «No te espantes;
Pues aún en esto a muchos hombres copio.
Obras prometo al público importantes,
Y al fin no escribo más que de mí propio.»

Muchos autores celebran solamente sus propias obras y las de sus amigos o condiscípulos

Iriarte (Tomas de) - 043

El caracol y los galapagos

Aunque no es bueno el todo
Si no lo son las partes,
Y vale poco el cuerpo
En que cada individuo poco vale,
Muchos que obras no estiman
De los particulares,
Si éstos las hacen juntos,
Con respeto los miran al instante.
Un Caracol terrestre,
Al caer de la tarde,
Salió a tomar el fresco,
Y a un Galápago vio que iba de viaje.
«No se apresure, hermano»,
Le dijo por burlarse
Del paso que llevaba,
Añadiendo otras pullas bien picantes.
Diez Galápagos juntos
Topó más adelante,
Que de un pequeño charco
Pasaban a buscar otro más grande.
Y el Caracol entonces
A cuadrilla tan grave
Dejó libre el camino,
Diciendo únicamente: «Ustedes pasen.»
Al Galápago solo
Tuvo por despreciable.
Pero a los diez unidos
Tuvo como a personas de carácter.

Aunque se reúnan varios sujetos para escribir una obra,si carecen de ciencia, tan despreciable saldrá como si la hubiese escrito un ignorante solo

Iriarte (Tomas de) - 043

El canario y otros animales

De su jaula un día
Se escapó un Canario,
Que fama tenía
Por su canto vario
«¡Con qué regocijo
Me andaré viajando,
Y haré alarde, dijo,
De mi acento blando!»
Vuela con soltura
Por bosques y prados,
Y el caudal apura
De dulces trinados
Mas ¡ay! aunque invente
El más suave paso,
No encuentra viviente
Que de él haga caso
Una Mariposa
Le dice burlando:
«Yo de rosa en rosa
Dando vueltas ando
»Será ciertamente
Un músico tracio;
Pero busca oyente
Que esté más despacio­
»Voy, dijo la Hormiga,
A buscar mi grano
Mas usted prosiga,
Cantor soberano»
La Raposa añade:
«Celebro que el canto
A todos agrade;
Pero yo entre tanto
»(Esto es lo primero)
Me voy acercando
Hacia un gallinero
Que me está esperando­
»Yo, dijo un Palomo,
Ando enamorado,
Y así el vuelo tomo
Hasta aquel tejado
»A mi palomita
Es ya necesario
Hacer mi visita;
Perdone el Canario»
Gorjeando estuvo
El músico grato;
Mas apenas hubo
Quien le oyese un rato
A cuántos autores
Sucede otro tanto!

Hay muchas obras excelentes que se miran con la mayor indiferencia

Iriarte (Tomas de) - 043

El canario y el grajo

Hubo un Canario que, habiéndose esmerado en adelantar en su canto, logró divertir con él a varios aficionados y empezó a tener aplauso. Un Ruiseñor extranjero, generalmente acreditado, hizo particulares elogios de él, animándole con su aprobación.
Lo que el Canario ganó, así con este favorable voto, como con lo que procuró estudiar para hacerse digno de él, excitó la envidia de algunos pájaros. Entre éstos había unos que también cantaban, bien o mal, y justamente por ello le perseguían. Otros nada cantaban, y por lo mismo le cobraron odio. Al fin un Grajo, que no podía lucir por sí, quiso hacerse famoso con empezar a chillar públicamente entre las aves contra el Canario. No acertó a decir en qué cosa era defectuoso su canto; pero le pareció que para desacreditarle bastaba ridiculizarle el color de la pluma, la tierra en que había nacido, etc., acusándole, sin pruebas, de cosas que nada tenían que ver con lo bueno o malo de su canto. Hubo algunos pájaros de mala intención que aprobaron y siguieron lo que dijo el Grajo.
Empeñóse éste en demostrar a todos que el que habían tenido hasta entonces por un Canario diestro en el canto, no era sino un borrico, y que lo que en él había pasado por verdadera música era en la realidad un continuado rebuzno. «¡Cosa rara! decían algunos; el Canario rebuzna; el Canario es un borrico.» Extendióse entre los animales la fama de tan nueva maravilla, y vinieron a ver cómo un Canario se había vuelto burro. El Canario, aburrido, no quería ya cantar; hasta que el Águila, reina de las aves, le mandó que cantase para ver si en efecto rebuznaba o no; porque, si acaso era verdad que rebuznaba, quería excluirle del número de sus vasallos los pájaros. Abrió el pico el Canario, y cantó a gusto de la mayor parte de los circunstantes. Entonces el Aguila, indignada de la calumnia que había levantado el Grajo, suplicó a su señor, el dios Júpiter, que le castigase.
Condescendió el dios, y dijo al Aguila que mandase cantar al Grajo. Pero cuando éste quiso echar la voz, empezó por soberana permisión, a rebuznar horrorosamente. Riéronse todos los animales y dijeron: Con razón se ha vuelto asno el que quiso hacer asno al Canario.

El que para desacreditar a otro recurre a medios injustos, suele desacreditarse a sí propio

Iriarte (Tomas de) - 043

El ricacho metido a arquitecto

Cierto Ricacho, labrando una casa
De arquitectura moderna y mezquina,
Desenterró de una antigua ruina,
Ya un capitel, ya un fragmento de basa,
Aquí un adorno y allá una cornisa,
Media pilastra y alguna repisa.
Oyó decir que eran restos preciosos
De la grandeza y del gusto romano,
Y que arquitectos de juicio muy sano,
Con imitarlos se hacían famosos.
Para adornar su infeliz edificio,
En él a trechos los fue repartiendo.
¡Lindo pegote! ¡gracioso remedio!
Todos se ríen del tal frontispicio,
Menos un quídam que tiene unos lejos
Como de docto, y es tal su manía, ´
Que desentierra vocablos añejos
Para amasarlos con otros del día.

Los que mezclan voces anticuadas con las de buen uso, para acreditarse describir bien el idioma, le escriben mal y se hacen ridículos

Iriarte (Tomas de) - 043