Ovejita era un ser maravilloso, muy raro de encontrar
en el mundo. Dedicaba todo su tiempo a los pobres y a los enfermos. Se desvivía
por el prójimo y su mayor placer era llevar la felicidad a los demás.
Como es natural, todos ellos querían disfrutar de su
compañía al mismo tiempo, lo cual era imposible, pues ovejita no podía partirse
en dos, en diez o en veinte pedazos. ¿Qué se podía hacer para solucionar el problema?
-Ovejita, andas demasiado y tus piernas se resienten.
Las tienes delicadas. Mejor será que te reserves un poco, ¿no te parece? ¿O es
que deseas quedarte cojita?
Quien así le hablaba era el doctor Jirafa, que sentía
un gran cariño por ella, como todo el mundo.
-Lo comprendo, doctor -respondió ella, pero yo me
debo a la gente que necesita mi ayuda. ¡No puedo defraudarles!
El problema se resolvió con rapidez. Todos los vecinos
del lugar se reunieron y decidieron por unanimidad comprar a Ovejita una linda
motocicleta con la que pudiera ir de un sitio para otro con rapidez y
comodidad.
Desde entonces, Ovejita pudo multiplicar por tres el
número de sus visitas al día y así pudo hacer felices a muchos más necesitados
e incluso a ella misma, pues le gustaba lo que hacía.
«Si haces el bien, recibirás el bien.»
0.999.5 anonimo fabula
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