Llamaron a la puerta de don Lirón. Era Topito, el hijo
de don Topo, el vecino que vivía enfrente.
-Dice mi mamá que a ver si usted puede prestarme un kilo
de harina. Está haciendo un pastel y se le ha acabado -explicó el pequeño.
Don Lirón, que era muy tacaño, le dio el kilo de
harina. La familia Topo le había hecho favores y se sentía obligado a
corresponder. Al cabo de un rato vino otra vez Topito pidiendo esta vez medio
kilo de azúcar, también para el pastel que estaba haciendo su madre.
Don Lirón, enfadado, le dio medio kilo, pero de sal,
iasí aprenderían esos pedigüeños a no andar pidiendo a los demás! Al poco rato
la familia Topo llamaba a la puerta de don Lirón. La madre traía un gran pastel
de nata y fresa, con grandes guindas rojas.
-Venimos a felicitarle, don Lirón, ¿no es hoy su
cumpleaños? -dijo ella sonriendo.
A don Lirón casi le dio un ataque. Su tacañería había
sido castigada.
«La tacañería es mala consejera.»
0.999.5 anonimo fabula
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