Había una vez una tortuga que siempre iba con su casita
a cuestas. Un día la tortuga se cansó de llevar consigo tan pesada carga y la
dejó detrás de un matorral. De este modo la tortuga se sintió más ágil y así
pudo caminar a un paso más rápido y ligero.
De repente, estalló una tormenta. La lluvia empapó a
la tortuga, que se lamentaba pensando lo bien que estaría en su casa,
calentita.
Cuando pasó la tormenta, la tortuga regresó a su
casita y desde entonces no volvió a separarse de su caparazón por lento y
pesado que fuera su caminar y avanzase poco.
«Quien mucho corre pronto para.»
0.999.5 anonimo fabula
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