La liebre mendiga estaba siempre al pie de un viejo
árbol. Los vecinos pasaban y le daban limosna. Hasta que un día todos se
preguntaron:
«¿Por qué pide limosna si es joven y fuerte? ¿Qué le
impide trabajar?».
La liebre no respondía. Estaba claro que no quería
trabajar. Al cabo de un tiempo, viendo que ya no podía sobrevivir, decidió buscar
un trabajo. Fue de puerta en puerta, pero nadie se atrevia a confiar en ella,
pues siempre había sido perezosa.
Por fin, tras muchas calamidades, la liebre pudo
ganarse la vida como los demás. Jamás volvería a holgazanear.
«El trabajo da grandes satisfacciones.»
0.999.5 anonimo fabula
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