Doña Tortuga siempre se lamentaba de lo torpe y lenta
que era cuando caminaba.
-¡Qué fastidio tener que arrastrarme por el suelo!
¡Ah, si pudiera volar, siquiera un instante! -decía siempre la tortuga.
Un día logró convencer a doña Aguila para que la
llevase a dar un paseo por el aire. La tortuga no cabía en sí de gozo al
divisar allá abajo, tan lejos, la Tierra y sus habitantes.
-¡La envidia que tendrán las demás tortugas! -decía emocionada
y satisfecha.
Tanto se cansó doña Águila de oírla que la soltó y la
orgullosa tortuga cayó como una piedra desde cientos de metros y se hizo
pedazos.
Unas tortugas que lo vieron decían:
-¡Pobrecita! ¡Con lo segura que estaba aquí, en la
Tierra, y tuvo que subir tan alto!
«Dura lección para quien se empeña en ir contra su propia naturaleza.»
0.999.5 anonimo fabula
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