Un granjero iba al mercado con su
hijo, un muchacho joven y fuerte. Atado a una cuerda llevaban un asno. Por el
camino se cruzaron con un grupo de mujeres que, hablando de ellos, comentaron
riendo
-¡Que gente tan boba! ¡Van a pie,
bajo este sol, y llevan el asno descargado!
Cuando se hubieron alejado las
mujeres, el padre dijo al chico:
-Tenían razón esas mujeres. Monta
en el burro, no sea que volvamos a hacer el ridículo.
Al cabo de un rato, pasaron por un
pueblo. En los bancos de la plaza mayor, varios ancianos tomaban el sol
hablando con nostalgia de sus buenos tiempos.
-¿Veis? -gruñó uno de ellos. Este
es un ejemplo claro de cómo se portan los jóvenes de hoy día. Ese mocetón viaja
cómodamente a caballo, mientras su pobre padre tiene que andar a pie.
El granjero lo oyó y le dijo al
muchacho
-Tienen razón, hijo mío. Montaré
yo, y tú seguirás a pie. ¿Cómo no se nos había ocurrido?
A la salida del pueblo encontraron
unos campesinos con sus hijos, que les gritaron:
-¡Padre sin entrañas! ¡Tú vas
montado en el burro, como un holgazán, mientras tu pobre hijo, muerto de
cansancio, anda cojeando!
-Sube detrás de mí, chico -dijo el
granjero. No quiero que me tomen por un padre cruel.
Y los dos, montados en el asno, llegaron
al pueblo donde se celebraba el mercado. A la entrada del pueblo, formando
grupo, conversaban otros granjeros que, apenas los vieron llegar, exclamaron:
-¡Qué manera de maltratar a los
animales! Esos dos hombretones deben de tener más energías que su pobre asno.
¡Deberían detenerlos! ¡Es injusto cargar de esa manera a un animal!
El granjero y su hijo desmontaron;
sin decir una palabra, cogieron al burro y se lo cargaron a hombros entre los
dos. El animal iba muy incómodo, pero era paciente y les dejó hacer. Pero al
pasar por un puente, se asustó y dio unas coces tan enérgicas para librarse de
ellos, que cayeron los tres al agua.
«Aquel que a todos quiere complacer a nadie acaba por
satisfacer.»
1.023.5 Esopo
Muy bonita moraleja.
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