Era un elefante terrible, pesaba muchas toneladas y
sus patas dejaban enormes huellas. Imponente y fanfarrón, se pasaba el día
asustando a los demás animales. Ni el león ni la pantera le causaban el más leve
temor. Era realmente valiente.
-Soy el rey. Nadie puede contra mí -decía orgulloso el
elefante.
Ratoncín no se asustó y decidió darle una lección. Se
acercó al elefante y le dijo:
-¡Eres un cobarde y un inútil, elefante tonto!
¡Demuéstrame que me equivoco!
Antes de que el elefante pudiera reaccionar, Ratoncín
se agarró al extremo de su trompa y la mordió. Después, sin dar tiempo a su
rival, trepó por el cuerpo del elefante y se metió en su enorme oreja y allí
también mordió. Así continuó hasta cansarse, sin que el elefante pudiese hacer
nada.
Desde entonces los elefantes tienen un miedo enorme a
los ratones.
«No juzgues a nadie por su tamaño.»
0.999.5 anonimo fabula,
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