Tenía una mujer un marido borracho.
Para librarle de este vicio imaginó la siguiente treta.
Esperando el momento en que su
marido se quedaba insensible como un muerto a causa de la embriaguez, cargó con
él sobre sus espaldas, lo llevó al cementerio y allí lo dejó. Cuando juzgó que
ya se le había pasado la mona, volvió y llamó a la puerta del cementerio.
-¿Quién llama ahí? -dijo el
borracho.
-Soy yo, que traigo la comida a los
muertos -contestó la mujer.
-No me traigas comida; prefiero que
me traigas de beber -replicó el borracho.
Y la mujer, golpeándose el pecho,
exclamó:
-¡Qué desdichada soy! Ni siquiera
mi treta ha hecho sobre ti el menor efecto, marido mío, pues no sólo no te has
corregido, sino que te has agravado, convirtiéndose tu vicio en una segunda
naturaleza.
No dejes que una conducta equivocada domine tu vida. Pon
tu razón sobre la equivocación.
1.023.5 Esopo
No hay comentarios:
Publicar un comentario