Un leñador que a la orilla de un
río cortaba leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó llorando a la
orilla.
Compadecido Hermes de su tristeza,
se arrojó al río y volvió con un hacha de oro, preguntando si era esa la que
había perdido. Le contestó el leñador que no, y volvió Hermes a sumergirse,
regresando con una de plata. El leñador otra vez dijo que no era suya, por lo
que Hermes se sumergió de nuevo, volviendo con el hacha perdida. Entonces el
hombre le dijo que sí era esa la de él.
Hermes, seducido por su honradez,
le dio las tres hachas.
Al volver con sus compañeros, les
contó el leñador su aventura. Uno de ellos se propuso conseguir otro tanto.
Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose
luego a llorar.
Entonces Hermes se le apareció
también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó
igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido.
El bribón, muy contento exclamó:
-¡Sí, ésa es!
Pero el dios horrorizado por su
desvergüenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le
devolvió la suya.
La divinidad no sólo ayuda a quien es honrado, sino que
castiga a los deshonestos.
1.023.5 Esopo
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