Navegaba un rico ateniense en una
nave junto con otros pasajeros. De pronto, a causa de una súbita y violenta
tempestad, empezó rápidamente a hacer agua el navío.
Y mientras los demás pasajeros, con
su esfuerzo, trataban de salvarse a nado, el rico ateniense, invocando a cada
instante a la diosa
Atenea , le prometía efusivamente toda clase de ofrendas si
por su medio lograba salvarse.
Uno de los náufragos que lo oía a
su lado le dijo:
-Pide a Atenea, pero también a tus
brazos.
Cuando pidas ayuda en tus
problemas, primero demuestra que ya estás trabajando para solucionarlos
1.023.5 Esopo
No hay comentarios:
Publicar un comentario