Arrojado un náufrago en la orilla,
se durmió de fatiga; mas no tardó en despertarse, y al ver al mar, le recriminó
por seducir a los hombres con su apariencia tranquila para luego, una vez que
los ha embarcado sobre sus aguas, enfurecerse y hacerles perecer.
Tomó el mar la forma de una mujer y
le dijo:
-No es a mí sino a los vientos a
quienes debes dirigir tus reproches, amigo mío; porque yo soy tal como me ves
¡ahora! y son los vientos los que, lanzándose sobre mí de repente, me encrespan
y enfurecen.
Nunca hagamos responsable de una injusticia a su ejecutor
cuando actúa por orden de otros, sino a quienes tienen autoridad sobre él.
1.023.5 Esopo
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