Don Erizo se llevaba bien con todos los animales y no
le importaba regalar sus púas a quien se las pidiese. La última que le quedaba
se la dio al ratón, que la quería para usarla como espada contra un gato que le
perseguía y así podría defenderse.
Un día llegó una serpiente que, al ver al erizo sin
espinas se dispuso a comérselo.
Cuando la serpiente estaba cerca, todos los animales
que tenían alguna espina del erizo se abalanzaron sobre ella y la hicieron
huir. El erizo agradeció a sus amigos su valiente y generoso gesto.
Había dado el arma que le servía como única defensa
porque en realidad daba más importancia a la amistad que a la propia vida.
«La amistad es un gran tesoro.»
0.999.5 anonimo fabula,
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