Aquel elefante era el casero más malvado jamás visto.
Iba de casa en casa cobrando los alquileres mensuales y, a los que no podían
pagar, los echaba de su casa a patadas.
-¡Esos holgazanes no me engañan! Sé que tienen dinero,
pero no quieren pagarme -decía enfurecido.
Los animales le temían. Muchos le odiaban, otros le
compadecían. Realmente, don Elefante era digno de lástima. Una gran tormenta
vino a castigar su maldad. Su casa se derrumbó debido al huracán que se produjo
en la región.
-¿Qué haré? ¡No tengo dónde dormir -exclamaba,
lloroso, el miserable.
Por suerte para él, sus vecinos tenían buen corazón y
le construyeron una casa nueva. Desde entonces, don Elefante es un casero
bueno y cariñoso con todos.
«Las buenas acciones se deben agradecer con humildad.»
0.999.5 anonimo fabula,
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