Qué desgraciado soy, no puedo cantar! -se lamentaba el
grillo.
Un primo suyo, enterado de su sufrimiento vino a
visitarlo para darle ánimos.
-Tu afonía no es problema -dijo en tono tranquilizador.
Yo formo parte de una orquesta con unos amigos y en este momento nos hace falta
un trompetista. Tú tocas muy bien la trompeta, no es verdad?
-¡Oh, gracias! -le contesto el grillo. Sí, siempre me
ha gustado tocarla.
Desde ese día aquella orquesta fue la más famosa de
los alrededores. Aunque el grillo siguió sin cantar, se convirtió en el mejor
trompetista de la pradera.
«No hay mal que por bien no venga.»
0.999.5 anonimo fabula,
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