Picoteaba un tordo los granos de un
bosquecillo de mirlos, y complacido por el placer de sus pepitas no se decidía
a abandonarlo.
Un cazador de pájaros observó que
el tordo se acostumbraba al lugar y lo cazó.
Viendo el tordo su próximo fin,
dijo:
-¡Oh desgraciado!, ¡por el placer
de comer, me he privado de la vida!
Nunca te excedas de lo que encuentres placentero, no vaya
a ser causa de tu desgracia.
1.023.5 Esopo
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