A Elefantín no le dejaban subir al «columpio fatal»,
la atracción más emocionante del parque, porque pesaba demasiado y era
peligroso.
Una noche se levantó de la cama sigilosamente y en
pijama se fue al parque de atracciones, que ya estaba cerrado. Saltó la verja y
fue hacia los columpios. Accionó los mandos del «columpio fatal» y se subió en
uno. Empezó a subir y a girar cada vez más deprisa. Elefantín bramaba de
emoción. ¡Cuánto disfrutaba! Pero las cadenas que sostenían el columpio se iban
rompiendo una a una, por el peso de Elefantín y cayó al suelo.
Magullado y lleno de chichones, rozaduras y moratones,
Elefantín recuperó el sentido.
-Has vuelto a nacer, Elefantín -le dijo el vigilante,
que se había despertado por el ruido-. Menos mal que no accionaste bien los
mandos y sólo subiste a poca altura que si no...
Tras pedir perdón, Elefantín volvió a su casa y durmió
«a pata suelta» el resto de la noche.
«A veces, satisfacer los caprichos puede ser peligroso.»
0.999.5 anonimo fabula,
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