Una muchacha llevaba en la cabeza
un cántaro de leche para venderlo en el mercado. El camino era largo, pero la
muchacha andaba ligerita, mientras iba calculando la ganancia que le
proporcionaría la venta de la leche. Y empezó a hacer proyectos de este modo
«Con el dinero que cobre, compraré
un canasto de huevos. Los pondré a incubar y así tendré muchos pollitos. Cuando
mis pollitos hayan crecido, los llevaré a vender y compraré más huevos.
Repitiendo el negocio unas cuantas veces, llegaré a ser dueña de una granja, y
me haré rica. Entonces todos los jóvenes del pueblo y de los alrededores
querrán casarse conmigo, pero yo no aceptaré al primero que se presente, sino
que eligiré al más guapo y más rico. ¡Qué envidia van a tenerme mis amigas! Iré
a la ciudad y me compraré un vestido de seda y una cofia de encajes para la
boda. ¡Y seré la novia más elegante de toda la comarca!»
Pensando en su rico atavío, echó
atrás la cabeza y, naturalmente, el cántaro perdió el equilibrio y, sin que ella
pudiera impedirlo, cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. ¡Adiós, huevos;
adiós, pollitos; adiós, sueños de la muchacha.
Si el presente no es seguro,
no anheles el bien futuro.
1.023.5 Esopo
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