Don Elefante había montado un laboratorio en e! sótano
de su casa y experimentaba sin cesar con nuevas sustancias químicas, pues
deseaba terminar con las enfermedades.
Cuando llegó a viejo, casi no había enfermedad que no
pudiera curar. Un día comprendió que su muerte se acercaba y tomó las debidas
precauciones.
-Toma, Felisín -dijo a su ayudante, éstas son las
fórmulas para seguir fabricando, suponiendo que quieras seguir con mi labor.
-¡No faltaba más, don Elefante! Hasta que me muera
seguiré haciendo lo que usted, curar al enfermo y consolar al triste -respondió
Felisín muy satisfecho con sus palabras.
Don Elefante murió dulcemente, pero su recuerdo
permanecerá vivo, ya que quien hace el bien se asegura la inmortalidad y el
amor de todos los que le conocieron.
«Haz el bien y no mires a quién.»
0.999.5 anonimo fabula,
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