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domingo, 22 de septiembre de 2013

El flamenco avaricioso

Nunca se había visto un flamenco tan avaricioso. No dejaba ni un momento de trabajar con el fin de acaparar riquezas.
-Hay que trabajar el máximo posible, porque nunca se sabe -decía para justificarse.
-Miradle, va vestido como un mendigo -señalaba doña Liebre. ¡Todo por no gastar! En efecto, este flamenco, además de guardar sus riquezas, era incapaz de soltar un céntimo. Su aspecto daba lástima. Un día, el flamenco amaneció con un dolor muy fuerte de estómago y no pudo ir a trabajar.
-¡Qué desgracia la mía! -exclamó, temiendo por su futuro. ¡No puedo trabajar! Bueno, nada de llamar al médico. Cobra muy caras sus visitas. Esperaré a ver si se me pasa.
El flamenco avaricioso fue empeorando más y más. Cuando llamó al médico ya era demasiado tarde. Mientras aguardaba la muerte, comprendió que su avaricia y su tacañería le habían perdido y no eran buenas. Que os sirva de lección, queridos niños.

«La avaricia rompe el saco.»

0.999.5 anonimo fabula,

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