Hermes quiso comprobar si el arte
adivinatorio de Tiresias era verdadero; para lo cual le robó sus bueyes en el
campo y luego, bajo la figura de un mortal, se fue a la ciudad y entró en la
casa de Tiresias.
Cuando supo la pérdida de su yunta,
Tiresias se trasladó a las afueras con Hermes para observar un augurio en el
vuelo de las aves, rogando a Hermes le dijera el pájaro que apareciese.
Hermes vio un águila que pasaba
volando de izquierda a derecha y se lo dijo. Respondió Tiresias que ese pájaro
no les importaba.
A la segunda vez, vio el dios una
corneja encaramada en un árbol que ora alzaba los ojos al cielo, ora se
inclinaba hacia la Tierra ,
y así se lo dijo. Entonces el adivino contestó:
-¡Esa corneja jura por el cielo y
por la tierra que depende de ti que vuelva a encontrar mis bueyes!
El ladrón gusta volver a visitar el lugar de su robo.
1.023.5 Esopo
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