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domingo, 22 de septiembre de 2013

El conductor imprudente

Zorrín tenía unos padres millonarios que un día le regalaron un coche deportivo. A Zorrín le gustaba conducir su coche nuevo a toda velocidad y no respetar las señales de tráfico. Por eso, se saltaba los stop, adelantaba en las curvas y no hacía caso de los semáforos. La verdad es que Zorrín era tan imprudente que suponía un serio peligro para los demás automovilistas.
Sin embargo, Zorrín no quería aprender a conducir bien ni respetar las señales. Aunque le multaban frecuentemente, le daba lo mismo pues su padre siempre pagaba las multas y casi nunca le castigaba.
Un día este conductor temerario recibió su merecido. Mientras conducía se quedó mirando a una zorrita que cruzaba la calle. Era muy bella y su andar le embelesó tanto que se despistó. Como conducía muy deprisa, no tuvo tiempo de reaccionar y se estrelló contra un árbol. En el accidente Zorrín se rompió varios huesos y tuvo que estar escayolado durante mucho tiempo. Por supuesto, el coche quedó destrozado para el desguace.
-No pienso comprarte otro coche, Zorrín. Ya has demostrado que no eres responsable conduciendo -le dijo su padre muy enfadado.
Suponemos que Zorrín habrá comprendido que no siempre puede hacer uno lo que le apetece. Hay que respetar las señales para no provocar desgracias ajenas ni propias.

«No seas egoísta y piensa en los demás.»

0.999.5 anonimo fabula,

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