Antiguamente, la cigüeña y el zorro
eran excelentes amigos y se visitaban a menudo. El zorro invitó, un día, a
comer a la cigüeña, pero quiso gastarle una broma y le puso delante un plato
lleno de sopa. El zorro empezó a lamerla y pronto concluyó su ración, pero la
cigüeña logró únicamente humedecerse la punta del largo pico.
-Ya veo que la comida de mi casa no
es de tu gusto -dijo el zorro. ¡Cuánto lo siento!
-¡Oh, no te excuses! -repuso la
cigüeña. Te doy las gracias y confío en que pronto te quedarás tú a comer en mi
casa.
Llegó el día en que debía ir el
zorro a visitar a la cigüeña, pero cuando se sentaron a la mesa vio aquél que
la comida estaba metida en un largo jarro, de boca estrecha, en que el zorro no
consiguió introducir el hocico. No le quedó, pues, más remedio que lamer el
jarro por la parte de fuera, mientras la cigüeña comía cómodamente.
-No voy a presentarte excusas por
la comida -dijo la cigüeña al terminar, pues sabido es que
dónde las dan, las toman.
1.023.5 Esopo
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