Vivía en la montaña un ciervo que estaba muy orgulloso
de su cornamenta, y sus vecinos le decían:
-Nuestras patas pueden ser tan útiles como los
cuernos.
-¡Bah! ¿No te has fijado que todos tenemos las patas
iguales? En cambio, la cornamenta la tenemos distinta. La mía es superior a las
vuestras. Soy el ciervo más hermoso de la montaña -respondía el ciervo.
Un día, el ciervo vanidoso se vio perseguido por los
perros de unos cazadores. Gracias a la agilidad de sus patas, nuestro ciervo
pudo escapar.
Pero al llegar al bosque su cornamenta pronto quedó
enredada en el ramaje. Quedó atrapado, pues no podía continuar corriendo, así
que los perros lo alcanzaron. Recordó lo que le había dicho su vecino y
comprendió que tenía razón. ¡Ah, si se hubiera fiado más de sus patas!
«Siempre hay que saber escuchar.»
0.999.5 anonimo fabula,
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