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lunes, 11 de noviembre de 2013

La paloma y su cria

Sentía una paloma
Que, sin embargo de poner los medios
Que otras muchas ponían,
No lograba tener algún hijuelo.
Paseábase una tarde,
Llena de aqueste amargo sentimiento,
Por un sombrío bosque,
Y vio en un nido abandonado un huevo
Del color y tamaño
De los de alguna tórtola. ¡Qué bueno!
¡Qué hallazgo tan feliz!
De gozo ya no cabe en el pellejo.
Colócase en el nido
Con tal ahínco y oficioso anhelo,
Que no osaba moverse
Para comer siquiera. Llegó el tiempo,
Y con toda ventura
Salió de aquella cárcel el polluelo.
¡Qué alagos! ¡qué caricias
Le hacía la paloma! ¡Vaya! el seso
Para perder estuvo.
Cuidóle, en fin, con el mayor esmero,
De modo que en dos días
Tanto creció, que daba gozo el verlo;
Sacando de paloma
Ojos, alas y pico. Desde luego
A educarle comienza
Bajo de los principios más selectos,
Encargándole mucho
El amor a su prójimo. En efecto,
Un día que escuchando
Estaba la lección mi buern polluelo,
Se escapó de su nido
Un pequeño pinzón, y sin saberlo
Paró donde él estaba.
Ira de Dios, ¡cuál se lanzó a cogerlo!
Pensábase la madre
Que por piedad, al verle tan pequeño,
Correría a ofrecerle
Acogida en su nido; pero el perro
Llegó, le hubo en sus garras,
Quitó la pluma, y se le echó al coleto.
Era hijo de un milano,
Y obró como quien era: no hay remedio.

Libro 2 – Fabula XXIV


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

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