En
pacífico albergue
Vivía
muy tranquilo
Un
cierto matrimonio,
Acompañado
sólo de dos hijos.
Sus
campos cultivaba
Con
un afán sencillo,
Y
en copiosas cosechas
Les
pagaba la tierra el beneficio.
Bajo
sus verdes parras
Cenaba
en el estío;
Pasando
del invierno
A
una gran lumbre los penosos fríos.
Ya
dando documentos
De
virtud a sus niños,
Ya
con cuentos morales
Teniéndoles
acaso entretenidos.
El
mayor, una noche
Sentado
en un banquillo
Al
lado de una mesa,
Leía
en el Rolin muy embebido,
En
tanto que el pequeño,
Con
maña y artificio,
De
una porción de naipes
Aspiraba
a formar un gran castillo
En
esto, una gran duda
Ocurre
al lector mío,
Y dícile a su padre
Con gran curiosidad, cerrando el
libro:
-¿Por qué ciertos guerreros
Se llaman, como he visto,
Conquistadores, y otros
Fundadores? pues qué, ¿no son lo
mismo?
Discurría su padre
Qué responder al hijo:
Cuando hete aquí que el otro,
Loco de ver formado su designio:
-Papá, ya acabé, exclama
Lleno de regocijo.
El mayor, enojado,
De un manotón deshácele el castillo;
Y el cuerdo padre entonces:
-Tu hermano, dice, el fundador ha
sido,
Y tú en este momento
Eres conquistador. ¡Oh, qué bien
dijo!
Libro
3 – Fabula XXXVI
1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032
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