Translate

lunes, 11 de noviembre de 2013

La liebre y sus amigos

Cierta señora liebre,
De corazón sencillo,
Tan sólo se afanaba
Por grangear amigos.
Criada allá en los bosques,
No había conocido
Que era una fruta escasa
En el presente siglo.
Si pasaba un conejo,
Le salía al camino,
Y afable y cariñosa
Decíale: primito:
Junto a mi madriguera
Hay un hermoso sitio
Lleno de fresca yerba:
Vente a almorzar conmigo,
Y allá murmuraremos
Del mundo y sus delirios.
Si veía algún potro
En el prado vecino,
Iba allá, y le decía:
-Vmd., según he visto,
Se ve muy fatigado,
Y aun de la sed rendido;
Pero si le placiere,
Al instante me obligo
A llevarle a un arroyo
Muy manso y cristalino.
En fin, por no cansarnos,
El cumplimiento mismo
Usaba con los gamos,
Carneros y novillos,
De cada cual queriendo
Hacer un fiel amigo.
Un día, pues, dormía
Mi buen animalito,
Cuando del ronco cuerno
Despiértala el sonido,
Y vese cuatro galgos
Muy cerca de aquel sitio
Aguzando a porfía
Sus feroces colmillos.
Ira de Dios, ¡cuál corre
Por cerros y por trigos!
¡Qué vueltas y revueltas!
¡Qué saltos, y qué brincos
Por burlar a los galgos
Que la acosan unidos!
Hasta que, algo apurada,
Repara si en su auxilio
Se le aparece alguno
De sus muchos amigos;
Y descubrió, en efecto,
A cierto conejito
Que, cual si fuera hermano,
Trataba de continuo:
Llégase allá, y le dice:
-Corriendo, amigo mío,
Sálvame en tu huronera
De tan grave peligro,
Pues en mi alcance llegan
Mis fieros enemigos.
-¡Cuánto siento tu pena!
La respondió tranquilo;
Pero de modo alguno
Darte podré ese alivio,
Pues de parir acaba
En este instante mismo
Mi esposa, y el albergue
Ocupa con sus hijos:
En otro lance cuenta con mi infeliz asilo.
Parte mi pobre liebre
Con tan gentil cumplido,
Y a pocos pasos halla
Cierto señor novillo,
A quien en mil urgencias
Había socorrido;
Y postrada, le ruega
Que detenga un poquito
A los feroces galgos,
Mientras con tal arbitrio
En salvo se ponía.
-Con cuánto regocijo
Te serviría, dice,
Si no oyese el bramido
Con que me está llamando
Desde aquel bosque umbrío
Mi querida becerra;
Y no será bien visto
Que de enojarla trate
Por darte a ti mi auxilio.
Fuese, y dejó a mi liebre
Como el adagio dijo,
con un palmo de orejas
Y dos varas de hocico:
De modo que, cansada,
Y en el peligro mismo,
De un gamo con diez cuernos
A guarecerse vino;
Pero sí: a la otra puerta;
Pues no bien hubo oído
Que hay galgos en la costa,
Dejándose de ruidos,
-Ahí te quedan las llaves,
Dice, que yo las lío
A salvar mi pellejo.
Pues y ahora, ¿qué arbitrio
Cuando los galgos lleguen?
Sólo el darse a partido,
Como lo hizo mi liebre
A los señores míos;
Conociendo, aunque tarde,

Que no es muy buen aviso
El querer grangearse
Gran número de amigos,
Pues uno solo basta
Si es verdadero y fino.

Libro I. Fabula XII


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

No hay comentarios:

Publicar un comentario