Cloe, sagaz coqueta,
Al tocador estaba
Consultando al espejo
Sus dengues y sus gracias,
Cuando se entró una abeja
En la adornada estancia;
Y al verla doña Linda
Prorrumpe así asustada:
-¡Favor, favor, Liseta:
Acude pronto, Marta,
Y por piedad libradme
De esta fiera con alas!
Ya aturdida la abeja,
Sin prever su desgracia,
En uno de sus labios
Llega a pararse incauta.
Desmáyase mi Cloe;
Acuden las criadas,
Y cogida la abeja,
Su muerte preparaban;
Cuando el sagaz insecto,
Que ve mala la danza,
Las dice con dulzura:
-Perdonen mi ignorancia;
Pues yo, creyendo que era
Una rosa temprana
Su boca, por lo linda,
Ansiosa fui a picarla.
Cloe, que en sí volvía,
Oyendo esta alabanza;
-Perdón obtenga, dice
Entonces a sus damas,
Pues confesó su culpa,
Y ya mi susto pasa.
Lo
que el incienso vale
La
abeja nos declara.
Libro
2 – Fabula XIV
1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032
No hay comentarios:
Publicar un comentario