Había en cierto pueblo
Dos míseros mendigos,
Uno ciego del todo,
Y el otro bien tullido.
Un día se encontraron,
Y uno al otro, afligidos,
Contáronse sus cuitas,
Y luego el ciego dijo:
-Hermano: si quisieras,
Tendrían hoy alivio
Mis males y los tuyos.
-Pues dime con qué arbitrio,
Responde el compañero
Alegre y sorprendido.
-Mira, le dice el ciego:
Tú tienes, buen amigo,
Ojos que a mí me faltan;
Yo tengo, como has visto,
Piernas, que tú no tienes;
Con que si nos unimos,
Llevándote yo a cuestas,
Guiándome tú mismo,
Ni yo seré ya ciego,
Ni tú serás tullido.
¡O, cuán menores fueran
Los males que sufrimos,
Si, a imitación del ciego,
Nos diéramos auxilio!
Libro
4 – Fabula XLVIII
1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032
No hay comentarios:
Publicar un comentario