Por una y otra rama
De una verdosa encina
Iba saltando alegre
Una ligera ardilla.
¡Mas ay! que sin pensarlo
La pobre se desliza,
Y encima de un leopardo
Cayó por su desdicha:
El fiero animalazo,
Que tranquilo dormía;
Con el golpe despierta
Lleno de espanto e ira.
Mi ardilla, al ver su cara,
Temblando se arrodilla;
Y el bruto, al contemplarla,
La dijo así: la vida
En concederte vengo
Con tal de que me digas
¿Por qué razón tú vives
Con toda esa alegría,
Y yo, rey de las selvas,
Paso mis cortos días
Tan lleno de disgusto?
-Señor: yo lo diría,
Responde muy aguda,
Si subir a la encina
Su alteza me dejase.
La gracia concedida,
Trepó a la misma copa,
Y allí, bien defendida
De cualesquier ataque,
Así le habló mi ardilla:
-Si es que a vivir anhelas
Con gozo y paz tranquila,
Yo no hago mal a nadie,
Observa mi doctrina.
Libro
3 – Fabula XXXIII
1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032
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