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lunes, 11 de noviembre de 2013

El zorro disfrazado

Un zorro de gran seso y mucha astucia
En cierta corte de un león servía:
Y aunque desempeñó por largos años
Empresas a su celo cometidas,
Y su prudencia el público alababa,
Ninguna renta ni pensión tenía.
Cansado de servir sin recompensa,
Huyó a una soledad, allí vecina,
En busca de su abuelo, zorro anciano,
Que había sido gran visir un día;
Y le contó, con pelos y señales,
El corto premio que alcanzado habían
Sus singulares méritos. El viejo,
Con voz temblona, y calma de por vida:
-Hijo, le dice: de morir acaba
Cierto tejón, que por materna línea
Era mi primo hermano: yo le heredo,
Y conservo su piel curada y limpia
Para memoria suya. Mi dictamen
Es, y tal vez puede que te sirva,
Que te la pongas hoy sobre la tuya.
Y que a la corte vuelvas en tal guisa.
Bajó mi zorro joven las orejas;
El cerdoso gabán echóse encima;
Y satisfecha el hambre, hacia la corte
Se vuelve a pie como venido había.
Pero ¡cuál fue, señores, su sorpresa
Cuando a las seis semanas, no cumplidas,
Se vio con un magnífico equipaje,
Trenes, caballos, siervos, concubinas;
Siempre de aduladores rodeado!
Vaya, que el pobre apenas lo creía.
Pidió licencia, y fuese a dar las gracias
A su querido abuelo, y la noticia
De que era gran visir. ¿No te lo dije?
Exclama el viejo lleno de alegría:
En ciertas tierras, y entre ciertas gentes,
Bueno es que el zorro de tejón se vista.

Libro 3 – Fabula XXXI


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

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