Son famosas en el barrio las reuniones de los sábados
por la tarde en casa de doña Conejera. A ellas asisten todas las conejas de la
zona, quienes, mientras bordan con mayor o menor habilidad, hablan de todos los
temas habidos y por haber.
Doña Conejera es muy admirada por su desbordante
imaginación; las historias que cuenta son muy celebradas.
-Si hubierais visto a la paloma encantada en el
momento de ser cortejada por su príncipe alado. ¡Qué preciosidad! ¡Qué radiante
estaba! Sus ojos despedían un fuego extraño y cautivador, y su sonrisa
aceleraba la caída del sol hacia el crepúsculo.
Así habla doña Conejera. No es raro que, en un momento
dado, sus colegas dejen de bordar y la escuchen, arrobadas. Mientras habla, doña
Conejara hace muchos gestos para acompañar sus palabras. En uno de ellos, la
aguja que maneja se desenhebra y sale despedida por los aires. Finalmente, va a
caer sobre un montón de heno.
Todas las conejas (incluida la misma doña Conejera) se
ponen a buscar afanosamente la aguja perdida, que por añadidura, es de oro.
Sin embargo, ¿quién sería capaz de encontrar una aguja
en un pajar?
«No pretendas imposibles.»
0.999.5 anonimo fabula
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