Llevó un labrador su yunta de
bueyes al abrevadero.
Caminaba por ahí cerca un lobo
hambriento en busca de comida.
Encontró el lobo el arado y empezó
a lamer los bordes del yugo, y enseguida y sin darse cuenta terminó por meter
su cabeza adentro. Agitándose como mejor podía para soltarse, arrastraba el
arado a lo largo del surco.
Al regresar el labrador, y viéndolo
en esta actividad le dijo:
-¡Ah, lobo ladrón, que felicidad si
fuera cierto que renunciaste a tu oficio y te has unido a trabajar honradamente
la tierra!
A veces, por casualidad o no, los malvados parecieran
actuar bien, mas su naturaleza siempre los delata
1.023.5 Esopo - 000
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