Un pícaro se comprometió a
demostrar que el oráculo de Delfos mentía.
Llegó el día señalado y el pícaro
tomó un pajarito y, escondiéndolo bajo de su manto, se dirigió al templo.
Encarándose ante el oráculo
preguntó si lo que tenía en la mano era un ser vivo o era inanimado.
Si el dios decía «inanimado», el
hombre mostraría al pajarito vivo; si decía «vivo», lo enseñaría muerto,
después de haberlo ahorcado.
Pero el dios, viendo de lo que se
trataba con esa malvada intención, respondió:
Deja tu engaño, pícaro, pues bien
sabes que de ti depende que lo que tienes en la mano se muestre muerto o vivo.
El poder divino no es para llevarle al engaño.
1.023.5 Esopo - 000
No hay comentarios:
Publicar un comentario