Un cabrito vendía pasteles. Cada mañana colocaba su
tenderete en el bosque. Un día de invierno se acercó un lobo de aspecto feroz y
le amenazó:
-¡Tengo un hambre horrible! ¡Dame ahora todos esos
pasteles o te comeré!
El cabrito tuvo que complacer al lobo. A partir de
entonces, todos los días iba a merse los pasteles del tenderete.
«¿Qué puedo hacer?», pensaba.
Un día hizo pasteles con pimienta unos pedruscos
dentro. A la mañana siguiente, el lobo se comió su ración.
-iAaaag! ¡Parece que he comido brasas y el hígado se
me rompe! -exclamó
Desde entonces, sólo pudo comer pillas. El cabrito
siguió adelante con negocio y no volvió a ser molestado.
«Si engañas y eres prepotente, al día lo pagarás con creces.»
0.999.5 anonimo fabula,
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