Conejita cuidaba el castañar y recogía las castañas.
Muchos pajarillos la ayudaban alcanzando las que caían lejos de donde ella
estaba. Una vez en un saco, las llevaba a la plaza donde las vendía asadas.
Eran las mejores castañas y su clientela aumentaba sin cesar.
Un día hubo un gran vendaval que arrancó todas las castañas
y las esparció por el campo.
Conejita se creyó perdida. ¿Qué iba a hacer ahora? No
podría vender castañas en el puesto de la plaza.
Sus amigos los pajarillos acudieron en su ayuda y
trajeron una a una todas las castañas desperdigadas. Aunque vendió menos ese
año, la buena Conejita pudo conservar a toda su clientela y evitar la
catástrofe. No hay amigos pequeños, ¿verdad?
«La amistad es un tesoro.»
0.999.5 anonimo fabula,
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