Bongo era un osezno chiquitín y muy gracioso.
Trabajaba como acróbata en un circo ambulante y, sin duda, era la estrella de
la compañía..
¡Qué bonito era ver cómo se encendían los focos
brillantes del circo! Bongo hacía equilibrios sobre la cuerda floja en lo alto
de la carpa. ¡Cómo le aplaudían todos! Era como un sueño hecho realidad.
Después de su artístico trabajo, cada tarde Bongo era
encerrado de nuevo en la jaula que le servía de vivienda.
Un día, viajaban en tren y Bongo contemplaba el bosque
con el hocico pegado a los barrotes de su jaula.
De repente, obedeciendo a un impulso, rompió los
delgados barrotes y, sin vacilar, saltó desde el tren. Al fin había escapada.
¡Bongo, bienvenido a la libertad!
«Sin libertad no hay felicidad.»
0.999.5 anonimo fabula,
No hay comentarios:
Publicar un comentario