Don Cerdo y don Lobo eran buenos amigos desde hacía
tiempo. Pero, mientras don Cerdo era pobre y bondadoso, don Lobo nadaba en
dinero y tenía mal genio. Los animales jóvenes preferían la compañía de don
Cerdo y esto hacía sufrir mucho a don Lobo, pues también quería a los pequeños.
«¿Por qué le querrán a él más que a mí?», se
preguntaba, entristecido. Al fin comprendió que todo se debía a su carácter
huraño y al mal uso que hacía de su riqueza.
Desde ese momento, don Lobo dio todo su dinero a los
jóvenes animales y les construyó muchos parques para que jugaran y se
divirtieran. Los animalillos empezaron a quererle tanto como a don Cerdo.
Ahora todos se divierten: don Cerdo y don Lobo se
tiran por el tobogán y se montan en el columpio, y los pequeños tienen a los
dos para jugar.
«Estarás contento en la mesa, si con los demás repartes tu riqueza.»
0.999.5 anonimo fabula,
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