Don Leo sólo quería que le dejasen tranquilo, pero un
cazador vino a turbar su calma. ¿Qué podía hacer él, tan viejo y con los
colmillos gastados? Ratoncín su inteligente consejero, propuso:
-Majestad, deje de mi cuenta cómo ahuyentar a ese inoportuno
cazador.
Ratoncín cogió un micrófono y dos potentes altavoces,
que puso a la entrada de la selva. Puso el micrófono delante de don Leo y le
dijo:
-Majestad, ruja con todas sus fuerzas.
Don Leo emitió un vacilante rugido, que aumentado cien
veces llegó a oídos del cazador. Este, aterrorizado, soltó la escopeta y echó a
correr. Desde entonces ningún otro cazador ha vuelto a entrar en esta selva.
0.999.5 anonimo fabula,
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