El pequeño puma todo lo pedía llorando. Como es
lógico, nadie le tomaba en serio y se burlaban de él, pues pensaban que era un
quejica.
Tanto llorar por nada al final tuvo su castigo. Un día
se le clavó una púa en la pata y se echó a llorar, esta vez con razón, pues
sentía un gran dolor, pero nadie le hizo caso. La herida se le infectó y
tuvieron que cortarle la patita.
Así, el pequeño puma comprendió lo perjudiciales que
eran sus falsas lágrimas y por qué las verdaderas no habían surtido efecto.
«No engañes a los demás porque al final lo sufrirás.»
0.999.5 anonimo fabula
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