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viernes, 1 de noviembre de 2013

El saltamontes mensajero

El saltamontes se sentía muy desgraciado a causa de su peculiar forma de andar. Lo hacía a grandes saltos y, debido a ello, no podía pasear con sus amigos por el bosque con la debida normalidad, charlando tranquilamente. Fácil es de comprender su tristeza y pesar, puesto que el inconveniente no tenía remedio: había nacido así.
Nuestro saltamontes se pasaba días enteros sin querer ver a nadie, tal era la congoja que sentía. Apenas comía y evitaba salir al bosque. Sentía un complejo enorme por sus andares, cosa absurda, ya que la Naturaleza no hace las cosas a tontas y a locas, pero ¡cualquiera le convencía de eso!
Los hechos, sin embargo, vinieron a resolver la situación. El rey de su comunidad declaró la guerra a los habitantes del territorio vecino y él fue encargado por su soberano de observar los movimientos del enemigo, para después informarle personalmente sobre los mismos. Entonces se pusieron de manifiesto las grandes dotes de nuestro saltamontes. Con sus prodigiosos saltos era capaz de franquear cualquier obstáculo y de encaramarse al lugar más propicio para observar el panorama que se extendía mas allá. No tardó en convertirse en el vigía favorito de su reino y, gracias a sus inestimables servicios, la victoria sonrió a sus amigos.
Desde entonces, el saltamontes dejó de preocuparse por su «defecto», ya que no era tal. Simplemente, andaba de forma distinta a la de sus amigos.

«No hay mal que por bien no venga.»

0.999.5 anonimo fabula 

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