Había en una isla un pingüino que sólo sabía comer y
comer. Se pasaba el día pescando y comiéndose sus presas.
-Hijo -le decía su madre. ¿Por qué no juegas con tus
amiguitos? ¿No te divierten?
-No, prefiero no verles porque estoy muy ocupado
pescando -respondió muy serio.
-Pero, hijo, los otros pingüinos juegan y pasean -dijo
ella sorprendida y preocupada.
Después de muchas tardes así, sus padres lo dejaron
finalmente por imposible.
Un día nuestro pingüino se encontró con unos amiguitos
que hacían cabriolas y saltaban. El también quiso jugar como ellos sin
acordarse de lo gordo que estaba. No tenía agilidad para saltar ni para correr.
¡Cómo se rieron todos de él! ¡Qué mal lo pasó!
«Si no haces ejercicio no serás ágil.»
0.999.5 anonimo fabula
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