-¡Somos libres! ¡Somos libres!
-gritaron un día los tordos, viendo que el hombre había capturado una lechuza.
-Ahora la lechuza ya no nos
atemorizará. Ahora dormiremos tranquilos.
La lechuza, efectivamente, había
caído en una trampa y el hombre la había encerrado en una jaula.
-Vamos a ver a la lechuza en su
cárcel -decían los tordos, volando y cantando en torno a la jaula de su
enemiga.
Pero el hombre había capturado a la
lechuza con otro fin: hacerse con los tordos. Así la lechuza pronto se alió con
su vencedor, el cual, después de atarla por una pata, la colocaba diariamente
sobre un palo. Los tordos, para ver a, se amontonaban en los árboles vecinos,
donde el hombre había escondido sus cañas untadas de liga. Y los tordos, además
de perder la libertad como la lechuza, perdieron la vida.
Esta fábula está dedicada a todos aquellos que se alegran cuando
alguien que es más que ellos y está sobre ellos pierde la libertad. Porque el
vencido, cuando es importante, se vuelve pronto aliado e instrumento del
vencedor, mientras que todos los otros que antes dependían de él, caen en poder
de un nuevo dueño, y junto con la libertad, pierden muchas veces hasta la vida.
(de Fábulas, Atl.117 r. b.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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