Erase una vez una piedra bella y
grande, a la que durante largo tiempo lamió el agua. Después el agua se retiró,
la piedra quedó al descubierto en un lugar más bien alto, justo donde terminaba
un bosquecillo umbroso. Desde allí, dominaba el camino pedregoso que corría
bajo ella y le hacían compañía muchas frescas y aromáticas hierbecillas
salpicadas de flores.
Una día, mirando el camino, sobre
el que habían arrojado muchos guijarros para endurecerlo, le vinieron deseos de
dejarse caer en él.
-¿Qué hago aquí arriba, en esta
hierba? Yo quiero vivir con mis hermanas: me parece más justo.
Y así diciendo, la piedra se movió,
rodando hasta abajo, termi-nando su rápido recorrido justo en medio de los
guijarros cuya compañía tanto deseaba.
Por el camino pasaba de todo:
carros con las ruedas recubiertas de hierro, caballos pateadores, campesinos
con botas claveteadas, rebaños; así, la hermosa piedra se encontró de pronto en
apuros: uno la golpeaba, otro la pisaba, aquél le arrancaba una esquirla; a
veces estaba sucia de barro, otras veces emporcada por el estiércol de los
animales.
Mirando hacia arriba, hacia el
sitio de donde partió, la piedra suspiraba, llorando por aquella soledad y
deseando, pero ya en vano, la paz tranquila de antaño.
Esta fábula va dirigida a aquellos que del campo, donde pueden vivir
en paz, en el verdor y el silencio, se van ciegamente a la ciudad, a mezclarse
con gentes llenas de males infinitos.
(de Fábulas, Atl.175 v. a.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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