Había una vez una higuera que no
daba frutos. Todos pasaban a su vera, pero ninguno la miraba.
En primavera le brotaban las hojas,
pero en verano, cuando los demás árboles se cargaban de frutos, en sus ramas no
aparecía ninguno.
-Me gustaría tanto ser elogiada por
los hombres -suspiraba la higuera. Bastaría con que fructificase como los otros
árboles.
Probando y volviendo a probar,
finalmente, un verano, se encontró también ella colmada de frutos. El sol los
hizo crecer, los llenó, les dio un dulce sabor.
Los hombres repararon en ello.
Nunca habían visto una higuera tan cargada de frutos. Y pronto apostaron a ver
quién cogía más. Se encaramaron por el tronco, con palos doblaron las ramas más
altas, y muchas se partieron con su peso: todos querían probar aquellos higos
deliciosos, y así, la pobre higuera, bien pronto se encontró abatida y rota.
La ambición medida es virtud apreciable, pero no cuando no se
fundamenta en realidades, sino en alimentar la propia vanidad; en tales casos
suele ser nefasta y volverse contra el ambicioso aun después de logrado su
propósito.
(de Fábulas, Atl. 76 r. a.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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