El vino, el divino zumo de la uva,
fue vertido un día en una magnífica copa de oro sobre la mesa de Mahoma.
-¡Oh, qué honor! -pensó el vino.
¡Qué gloria para mí encontrarme en la mesa de Mahoma!
Mas de pronto, asaltado por el
pensamiento contrario, se dijo:
-Pero, ¡qué honor ni qué gloria!
¿De qué cosa me alegro? Nada de esto es verdad. ¿Qué hago yo aquí? He venido a
morir, a dejar mi bella casa, esta magnífica copa de oro, para entrar en la fea
y fétida caverna del cuerpo humano. Y cuando ya esté allí, mi zumo suave y
perfumado se transformará en una horrible y apestosa orina. Y como si esta
desdicha no bastase -continuó el vino- iré a parar a un pozo negro, y allí
tendré que estar mucho tiempo junto a esa otra materia pestilente salida de los
intestinos. ¡Oh, cielo -gritó entonces desesperado, pido justicia, pido
venganza por tanto daño! ¡No es justo que continúe este desprecio por mi ser!
¡Júpiter, padre Júpiter! -suplicó, ya que esta tierra produce la uva más bella
y buena del mundo, haz que nunca sea transformada en vino.
Júpiter lo oyó y decidió atender su
plegaria.
Entonces, cuando Mahoma bebió de la
copa de oro, Júpiter le hizo subir a la cabeza todos los vapores del vino, embriagándolo.
Debido a la borrachera, Mahoma se portó como un loco, cometiendo disparate tras
disparate; y cuando al fin volvió en sí, dictó una ley que para siempre
prohibía a todos sus súbditos beber vino.
Desde entonces, la vid vive
tranquila con su dulce fruto.
(de Fábulas, Atl. 67 r. b.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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