Una pulga, que vivía en el pelo
raído de un perro, sintió un día el buen olor de la lana.
-¿Qué sucede?
Dio un saltito y se percató de que
su perro se había dormido sobre la piel de un carnero.
-Esta pelliza es justamente lo que
necesito -dijo la pulga. Es más gruesa y flexible, y sobre todo más segura.
Aquí no hay peligro de encontrarse con las uñas y los dientes del perro, que de
cuando en cuando se ponen a buscarme. Y la piel del carnero seguramente será
más dulce.
Así, sin pensarlo demasiado, la
pulga cambió de domicilio, pasando de un salto del pelo del perro a la piel
del carnero.
Pero la lana era espesa, tan espesa
y gruesa, que no era fácil llegar hasta la piel.
Prueba que te prueba, separando con
paciencia un pelo tras otro y abriéndose con fatiga un caminillo, la pulga
llegó al fin a las raíces de los pelos; pero éstas eran tan finas y estaban tan
apretadas, que no dejaban a la pulga ni siquiera un respiradero para poder
gustar la piel.
Rendida, sudando y desilusionada,
la pulga se resignó a volver a su perro. Pero el perro ya se había marchado.
¡Pobre pulga! Apesadumbrada por el
error cometido, lloró días y días y murió de hambre sobre la gruesa pelliza del
carnero.
Pocas veces podemos volvernos atrás de los errores cometidos. No
aprovechar por falta de visión la oportunidad que se nos presenta puede
cortarnos para siempre las alas de nuestra superación, mas el camino que
tomamos irreflexivamente puede llevarnos a una sima de la que jamás logremos
escapar.
(de Fábulas, Atl. 119 r. a.)
1.082.5 Da vinci (Leonardo) - 012
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